jueves, 26 de febrero de 2009

Despierto XXV


Pasiones y despropósitos se pasean por mi cama.

¿Tendrán intención de coincidir alguna noche?

miércoles, 25 de febrero de 2009

Despierto XXIV


En este abrir y cerrar de puertas, seguro, me acabo pillando los dedos.Añadir imagen

lunes, 23 de febrero de 2009

Despierto XXIII



A veces todo es tan poco que es menos que nada. O todo.

Despierto XXII

No tengo por costumbre transcribir palabras de otros, pero hoy me apetecía. Este texto viene perfectamente al caso, de cómo en realidad siento, y percibo. Y padezco.

EL HOMBRE MEDIOCRE

Individualmente considerada, la mediocridad podrá definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. Esta ofrece a todos un mismo fardo de rutinas, prejuicios y domesticidades: Basta reunir cien hombres para que ellos coincidan en lo impersonal.

La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás. Por ese motivo, al clasificar los caracteres humanos, se ha comprendido la necesidad de separar a los que carecen de rasgos característicos: productos adventicios del medio, de las circunstancias, de la educación que se les suministra, de las personas que los tutelan, de las cosas que los rodean. "Indiferentes" ha llamado Ribbot a los que viven sin que se advierta su existencia.

Cruzan el mundo a hurtadillas, temerosos de que alguien pueda reprocharles esa osadía de existir en vano, como contrabandistas de la vida.

Y lo son. Aunque los hombres carecemos de misión trascendental sobre la tierra, en cuya superficie vivimos tan naturalmente como la rosa y el gusano, nuestra vida no es digna de ser vivida sino cuando la ennoblece algún ideal: los más altos placeres son inherentes a proponerse una perfección y perseguirla. La vida vale por el uso que de ella hacemos, por las obras que realizamos. No ha vivido más el que cuenta más años, sino el que ha sentido mejor un ideal: las canas denuncian la vejez, pero no dicen cuanta juventud la recedió.

El poder que se maneja, los favores que se mendigan, el dinero que se amasa, las dignidades que se consiguen, tienen cierto valor efímero que puede satisfacer los apetitos del que no lleva en sí mismo, en sus virtudes intrínsecas, las fuerzas morales que embellecen y califican la vida: la afirmación de la propia personalidad y la cantidad de hombría puesta en la dignificación de nuestro yo. Vivir es aprender, para ignorar menos: es amar, para vincularnos a una parte mayor de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afán de elevación hacia ideales definidos.

Si observamos cualquier sociedad humana, el valor de sus componentes resulta siempre relativo al conjunto: el hombre es un valor social.

Cada individuo es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los órganos y las funciones mentales que le transmiten las generaciones precedentes; la segunda es el resultado de las múltiples influencias del medio social en que el individuo está obligado a vivir. Esta acción educativa es, por consiguiente, una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad colectiva: una continua aclimatación del individuo en la sociedad.

La imitación desempeña un papel amplísimo, casi exclusivo, en la formación de la personalidad social; la invención produce, en cambio, las variaciones individuales. Aquella es conservadora y actúa creando hábitos; esta es evolutiva y se desarrolla mediante la imaginación. La diversa adaptación de cada individuo a su medio depende del equilibrio entre lo que imita y lo que inventa.

El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio, un penacho, grande o pequeño: emblema, al fin, de que no se vive como simple reflejo de los demás. La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación creadora. El mediocre aspira a confundirse en los que le rodean: el original tiende a diferenciarse de ellos. Mientras el uno se concreta a pensar con la cabeza de la sociedad, el otro aspira a pensar con la propia. En ello estriba la desconfianza que suele rodear a los caracteres originales: nada parece tan peligroso como un hombre que aspira a pensar con su cabeza.

¿La continuidad de la vida social sería posible sin esa compacta masa de hombres puramente imitativos, capaces de conservar los hábitos rutinarios que la sociedad les trasfunde mediante la educación? El mediocre no inventa nada, no crea, no empuja, no rompe, no engendra; pero, en cambio, custodia celosamente la armazón de automatismos, prejuicios y dogmas acumulados durante siglos. Su rencor a los creadores compénsase por su resistencia a los destructores. Los hombres sin ideales desempeñan en la historia humana el mismo papel que la herencia en la evolución biológica: conservan y transmiten las variaciones útiles para la continuidad del grupo social.

Su acción sería nula sin el esfuerzo fecundo de los originales, que inventan lo imitado después de ellos. Sin los mediocres no habría estabilidad en las sociedades; pero sin los superiores no puede concebirse el progreso pues la civilización sería inexplicable en una raza constituida por hombres sin iniciativa. Evolucionar es variar; solamente se varía mediante la invención.

Son la minoría, éstos; pero son levaduras de mayorías venideras. Las rutinas defendidas hoy por los mediocres son simples glosas colectivas de ideales, concebidas ayer por hombres originales. El grueso del rebaño social va ocupando, a paso de tortuga, las posiciones atrevidamente conquistadas mucho antes por sus centinelas perdidos en la distancia; y estos ya están muy lejos cuando la masa cree asentar el paso a su retaguardia. Lo que ayer fue ideal contra una rutina, será mañana rutina, a su vez, contra otro ideal. Indefinidamente, porque la perfectibilidad es indefinida.

José Ingenieros (1877-1925)

jueves, 19 de febrero de 2009

Despierto XXI


Lanzas se dirigen hacia mí. Escudos se arremolinan. Fuerzas justas para seguir en la batalla. Insensibilidad que desata mi desazón. Ante formas maquiavélicas mi uniforme se desintegra. Y mi armadura se corrompe.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Despierto XX


¿Cuánto tiempo necesito para saber que necesito tiempo?

¿Cuánto? Cuento...

lunes, 16 de febrero de 2009

Despierto XIX


Porque a veces es tan difícil de explicar tu retorcimiento. Mi retorcimiento. Como muelles encontrados e incapaces de separar.

viernes, 13 de febrero de 2009

Despierto XVIII



Sueño despierto en el Metro. Mientras, observo como sus pollas dobladas y recién planchadas se mecen flácidas al ritmo de la máquina.
¿Cuáles serán sus estaciones de destino?

miércoles, 11 de febrero de 2009

Despierto XVII

Tímido y ojeroso me atraviesa el SOL. Atraviesa los caros cristales de mi escaparate de diseño. Qué pena que tan caros no puedan retener tus partículas. Quiero calor retroactivo.
RA, otra vez.
Bienvenido.

martes, 10 de febrero de 2009

Despierto XVI


Tormentas interiores otorgan poder al mayor de mis ecos.
Y grito.

lunes, 9 de febrero de 2009

Despierto XV


El que espera desespera.

Y es pera y NO manzana.

jueves, 5 de febrero de 2009

Despierto XIV

SATURNO PRETENDE AHOGARME CON CADA UNO DE SUS ANILLOS

miércoles, 4 de febrero de 2009

Despierto XIII

HOY TODO ES DE UN PUTO COLOR NEGRO O MUY NEGRO

lunes, 2 de febrero de 2009

Despierto XII


Buceando, mientras ahogaba mis penas en mares de alcohol,
encontré tus llaves.


Ahora sólo falta encontrarte a tí. Matarilerileron.